El mundo está loco loco (cap. 2)

Encontrábase el joven Max manejando ese auto modelo 93 que le prestan sus padres, cuando de repente una Ford Eco Sportse le tira levemente encima. Sin ánimo de buscar problemas, ya que estaba yendo hacia Capital con su novia a su lado, dispuesto a pasar una bella velada, se limitó a tocarle bocina y a mirarlo. Descubrió en ese preciso momento que el conductor de la camioneta en cuestión hallábase hablando por su teléfono móbil, razón por la cual se enfureció un poco y, luego de tocarle bocina, le hizo el gesto de teléfono con la mano, mientras con la boca pronunciaba el vocablo pelotudo.
Siguió entonces andando, cuando de repente se percató de que el muchacho celuloparlanchín lo seguía desde cerca y le hacía luces altas. Se limitó a acelerar un poco para, hablando mal y pronto, alejarse y que se deje de romper las pelotas. Pero el pseudo Meteoro no se contentó con dejarlo ir y comenzó a seguirlo, a tal punto que se le puso al lado y le mostraba el celular (que bastante antiguo era, dicho sea de paso), con cara de guacho pistola. El joven Max no recuerda bien si sacó el brazo por la ventanilla para hacerle cuernos, puede que si. Vale aclarar en este punto que esto se desarrollaba en la General Paz, luego de que se une con la Panamericana.
La cosa es que el muchachote se calmó sólo cuando vio que por la mano lenta iba un patrullero. Sin embargo, varios metros más adelante volvió a molestar al buen niño, quien intentó escaparse yendo de una mano a otra, mientras la novia le decía que no quería matarse. Finalmente, decidió conducir hacia la mano lenta y bajar la velocidad, cosa que el tarado obviamente hizo, bien cerquita del paragolpe trasero, y haciendo luces altas todo el tiempo. El bueno de Max bajó en Sarmiento, y en monstruo peludo siguió su camino.


Hablando en serio, reconozco que yo me sulfuro muy rápido y que no tendría que haber respondido a sus provocaciones, pero también es cierto que por gente como este pelotudo pasan las cosas que pasan.