Reencuentro
Nada parecía haber cambiado demasiado. Los chicos estaban más grandes, era en ellos donde se notaba la mayor diferencia. Exceptuando ese detalle, todo seguía igual.
Fue una mezcla de sensaciones. Alegría al principio, seguida de nostalgia, ganas de llorar. Y no faltaron las reflexiones espontáneas; esas que surgen como de la nada. Y alegría. Y tristeza.
El hecho de que el escenario fuera la misma casa donde solían vivir, donde se habían visto por última vez, sirvió para aumentar ese sentimiento de atemporalidad. Se emocionó al ver la pecera vacía y ese aro de basquet de juguete que había permanecido en la habitación de los chicos. Recordó algunos flashes de la infancia, que parecían increíblemente lejanos, increíblemente irrecuperables. Los cumpleaños, la habitación toda despelotada, los juguetes esparcidos por el piso, el oso Teddy.
Comieron empanadas y pizza. Les contaron de los feas que les parecen las pizzas de allá, pese a su gran fama. Les contaron también acerca de lo tristes que son los festejos de la navidad en su pueblito, y de cómo añoran el asado.
No eran de verse muy seguido cuando vivían acá. Cumpleaños y algunas reuniones eran los únicos momentos compartidos. Sin embargo, al saber que estaban de vuelta en los pagos por unos días, ninguno quiso dejar de ir a visitarlos.
Charlaron de lo difícil que fue el primer año. El estar lejos de los afectos, la adaptación a la escuela y a las costumbres. De lo sorprendidos que estaban los nuevos compañeros de Fabricio cuando los invitó a su casa a festejar su cumpleaños y a comer torta. Y mientras tomaban café ya a altas horas de la noche miraron fotos. Algunas bastante viejas, otras del pueblo donde viven, de las escapadas que se hacen los domingos a esos hermosos paisajes mediterráneos.
Y luego, como todo, llegó a su fin. Tal vez demasiado pronto, pero llegó a su fin. En el garaje, como disimulando, hablaron de algo tan circunstancial como la antigüedad del auto y la conveniencia de cambiarlo. Luego se abrazaron, se despidieron. Les abrió el portón y salieron, mientras los veían por última vez, como haciendo fuerza para que esa última instantánea perdurara lo más vívida posible hasta que se volvieran a ver, quién sabe cuándo.
Y al escribir esto no pudo evitar que volvieran a aparecer esas cosquillas detrás de los ojos.
2 comentarios:
Este es un comentario de prueba, para ver si mi perfil anda bien o no, resulta que se habia modificado el muy guacho
Snif...:(
Es triste el desarraigo según dicen...
Aún no me tocó vivirlo ni a nadie cercano...
Qué sé yo...
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